En 1994, un padre acude con su pequeño de 3 años al quiosco de siempre en una localidad de la provincia de Albacete. El pequeño y el compran una bolsa de gominolas "Fresón" y el pequeño come una de estas gominolas.
El pequeño empieza a encontrarse mal, empieza a tener síntomas de asfixia. El pequeño no pudo llegar al hospital con vida.
Diferentes informes dictaminaron la peligrosidad de la golosina. El Instituto Nacional de Consumo advirtió de que
El dulce comportaba un serio riesgo para la salud y seguridad de la población infantil.
El caramelo, según el informe ocuparía casi la totalidad de la boca del pequeño imposibilitando la movilidad del dulce. Ademas, la consistencia y falta de flexibilidad del producto hace muy difícil el masticado, con lo que es relativamente fácil la obturación de la vía respiratoria, epiglotis, y producir asfixia.
Se ha comprobado que cuando el caramelo se insaliva se vuelve más suave y menos elástico, lo cual lo hace más resbaladizo, entorpeciendo el masticado y dificultando la formación de porciones que sean fáciles de manejar en la boca.
El Juzgado de Primera Instancia como la Audiencia Provincial desestimaron la demanda, entendiendo que Interdulces, distribuidora del producto, cumplía las exigencias, pero el Tribunal Supremo, en sentencia de 10 de junio de 2002, creyó que Interdulces no siguió la Ley General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios, por lo que la distribuidora tuvo que indemnizar a la familia del pequeño.
Fuente:
No hay comentarios:
Publicar un comentario